La identificación y desarrollo de biomarcadores en el área neurológica, cada vez más imprescindibles en la investigación de nuevos fármacos y tratamientos para la esclerosis múltiple
Un biomarcador es un indicador biológico que permite medir de manera fiable el estado de una parte del organismo. Se puede usar para detectar una dolencia, la evolución de esta, un cambio fisiológico o una respuesta a un tratamiento médico. Un ejemplo de biomarcador muy común, son los niveles de glucosa en la sangre, que sirven para detectar una dolencia como la diabetes. Otro ejemplo, las resonancias magnéticas cerebrales, las imágenes de las cuales pueden proporcionar información sobre existencia de una esclerosis múltiple y su evolución.
El Instituto Nacional de la Salud (INSALUD) define biomarcador como “una característica que es objetivamente medida y evaluada como un indicador de procesos biológicos normales, procesos patogénicos o respuesta farmacológica a una intervención terapéutica”. Los biomarcadores, por lo tanto, pueden ser células, citocinas o cualquier molécula, que revelan la situación biológica de una dolencia y abren la puerta a la aplicación de la medicina personalizada.
Cada patología o estado alterado del organismo puede venir señalada por uno o varios biomarcadores y, entre estos, no todos son adecuados para evaluar el desarrollo de fármacos. Por eso, para la industria farmacéutica y para el desarrollo de tratamientos médicos, la identificación y medición de los biomarcadores adecuados constituye una área importante de gran influencia en todo el proceso de investigación de un medicamento.
En un artículo publicado en Diario Médico, Alfredo Antigüedad, jefe del Servicio de Neurología y responsable de la Unidad de Neuroinmunología-ME del Hospital Universitario de Cruces, en Bilbao, señala que “Después de los avances que se han producido en el tratamiento de la esclerosis múltiple (ME) recidivante en los últimos años, en la actualidad se afrontan dos nuevos retos: avanzar en el conocimiento y tratamiento de las formas progresivas de la dolencia y descubrir nuevos biomarcadores que permitan monitorizar de manera precisa la evolución de la EM y la respuesta terapéutica”.
“Hasta hace apenas unos años, la EM era una dolencia sin esperanzas: no disponíamos de ningún fármaco que pudiera frenar su evolución hacia la discapacidad de los pacientes, característicamente jóvenes. Gracias a los avances en la investigación hemos cambiado de manera indiscutible esta situación, y ya hay nueve principios activos con diferentes mecanismos de acción. El impacto positivo que han tenido estos avances terapéuticos en el pronóstico de los pacientes con una evolución recidivante-remitente ha estado impresionante”, resalta el Dr. Antigüedad. Destaca así mismo que “A corto y mediano plazo, es esencial avanzar en la investigación translacional y, para lo cual, se requiere la colaboración entre los investigadores básicos y clínicos, y que la investigación sea considerada por los directivos y los médicos como una actividad laboral más, como la asistencial y la docente, y se disponga de los tiempos y espacios necesarios para poder desarrollarla”.
Fuente: Wikipedia
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