Testimonio de una paciente de esclerosis múltiple, Beth Ullah, sobre cómo el cambio de estaciones afecta a su esclerosis múltiple
El otoño siempre ha sido mi época favorita del año. Amo los colores cambiantes. El cambio del calor sofocante del verano al sonido crujiente hojas secas bajo los pies en una mañana de otoño sirve como un recordatorio fantástico de que la vida está en constante evolución. Los cambios estacionales me dan esperanza.
¿Cómo se ven afectados los síntomas de la esclerosis múltiple por la caída de las temperaturas en otoño o la aparición de flores en la primavera? Los síntomas son un campo de navegación minado, ya que pueden cambiar a diario o incluso cada hora. Hay síntomas visibles, como problemas de movilidad, espasmos y problemas de equilibrio, pero también los hay invisibles. Si agregamos los cambios de temperatura, ambientales y de humedad que vienen con las transiciones estacionales, el manejo de la esclerosis múltiple se vuelve aún más un enigma.
Verano sofocante
Este verano fue extremadamente variable aquí en el Reino Unido, donde vivo. Tuvimos olas de calor intercaladas con episodios de lluvia intensa y viento. Esto fue difícil para mí, ya que me di cuenta de que me afectan más las fluctuaciones de temperatura que simplemente el calor o el frío.
Estas fluctuaciones influyen mucho en mis niveles de fatiga. Durante estos momentos, prefiero ver pasar el mundo desde mi ventana que salir de casa. Sin embargo, el calor desencadena mis problemas de vejiga. Cuando me sobrecaliento, mi cuerpo me da un aviso significativo de que necesito ir al baño.
Las hojas del otoño
A medida que los días se vuelven más fríos y las mañanas se vuelven heladas, empiezo a pensar en mi movilidad de manera diferente. Ponerme mis botas mullidas y calcetines de lana significa que mis pies entumecidos tienen menos contacto con el suelo que cuando hace calor. El otoño pasado, confié en mi silla de ruedas con más frecuencia, porque no poder sentir el suelo debajo de mis pies inevitablemente me lleva a caer.
Maravilla de invierno
Durante mi paralizante recaída en 2018, vi cómo cambiaban las estaciones desde el sillón. Tuvimos nieve en marzo de ese año, lo cual fue muy inusual en Gales. La nieve trae sus propias pruebas y tribulaciones. Magnifica los problemas con mis pies entumecidos. El frío helado del invierno también exacerba mi espasticidad, lo que nuevamente me hace depender más de mi silla de ruedas para la movilidad.
Abrigarse con abrigos, bufandas, sombreros y guantes cómodos es algo que disfruto del invierno. También es una analogía física de mi fatiga cognitiva: me siento desarticulada y alejada del mundo que me rodea porque estoy envuelto en muchas capas.
Primavera sensacional
Mi espasticidad se alivia con la llegada de la primavera. Los zapatos de suela fina salen del fondo de mi armario y uso más mi bastón.
El cambio de estaciones me da la esperanza de que las cosas puedan cambiar, evolucionar, adaptarse y eventualmente prosperar. Lo mismo ocurre con mi esclerosis múltiple. Cada temporada, tengo que adaptarme y aceptar las diferentes formas en que debo manejar mis síntomas cambiantes, pero no cambiaría esto por nada.
Adaptación del artículo de MS News Today